Por: Hilda Floreano, especialista comunitaria del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán
Para ONU Habitad, no existe un concepto único para definir la ruralidad, esta definición le corresponde a cada país, dependiendo de sus propias necesidades. En nuestro país, la ruralidad es entendida como el número de personas que habitan un área geográfica y el tiempo que se toma para llegar a la capital de la provincia (INEI, 1993).
Con el paso de los años, el contexto del medio rural, ha experimentado cambios significativos en múltiples aspectos, como es la modernización y desarrollo de las prácticas agrícolas, el acceso a educación sin importar el género, el incrementado de personas rurales migrantes, transformando así sus dinámicas sociales, económica y familiares.
En esta transformación, una de las figuras que cobra mayor realce, han sido las mujeres. Según ENDES, 2017, hay aproximadamente 3 millones 460 mil mujeres rurales. En Piura, 96% del 100% de centros poblados son rurales y representan el 20.7% del total de la población del departamento, además la mitad de la población rural son mujeres. (Compendio estadístico 2021, INEI).
Pero, ¿Qué roles cumplen las mujeres rurales?
Al formar una familia, históricamente a las mujeres rurales se les asigna funciones: La de reproductiva, cuidadora y educadora de la descendencia. Este rol, asignado a la mujer en el ámbito privado la antepone a otras opciones.
Muy diferente a las funciones de padre y marido que al ser considerado un ser social se le asigna otras actividades fuera de la familia. Evidenciando así, que los roles reproductivos en muchos de los hogares rurales y urbanos, no son equitativos; entonces, la mujer asume demasiadas tareas a la vez, que socialmente suele ser ‘’lo correcto’’ y dejando al hombre en el papel del proveedor de la familia y a las mujeres como amas de casa. El rol de ama de casa es considerado un trabajo no remunerado, que dificulta a las mujeres a acceder a oportunidades académicas y laborales.
Otro de los roles necesarios de hablar, es el rol productivo, ya hemos mencionado líneas arriba que son los varones lo que en su mayoría contribuyen económicamente a la familia, y en ámbito rural, esta contribución se da a través de actividades como la agricultura familiar, ganadería, pesca, artesanía, y otros. Somos una región donde la agricultura tiene características rurales y somos el quinto departamento con mayor número de agricultores (DRAP, 2023). Sin embargo, ¿Hay mujeres rurales productoras agropecuarias? En cifras, las productoras agropecuarias representan el 29% del total nacional y solo, 3 de cada 10 son propietarias de sus tierras y solo el 24,2% de estas solicitó algún crédito. (Encuesta Nacional Agraria – ENA, 2022).
Esta información, se complementa con lo recogido en conversaciones con socias de la Mesa de la mujer de Santa Catalina de Mossa, distrito rural con productoras agropecuarias; muchas inician sus días a las 4:00am, su primera tarea, consiste en alimentar u ordeñas a sus animales, para continuar en la preparación el desayuno y almuerzo, luego junto con sus esposos, pico o palana en malo se marchan a trabajar la tierra, las actividades como deshierbo, selección de semillas, riego, cosecha o siembra de hortalizas son aquellas donde se dedican con mayor destreza. Terminado la jornada regresan, para después de un corto descanso, continuar y preparar la cena, ver nuevamente a sus animalitos y dar por concluido su día.
Las mujeres rurales están duplicas en trabajo, entre el cuidado de la casa y la chacra sus roles son invisibilizado, ¿acaso no podemos ver que la agricultura y seguridad alimentaria tiene rostro de mujer?
Más aun cuando además de estos roles, se empieza a ver la presencia de la mujer en el rol comunitario, y se convierten en gestoras del desarrollo de sus territorios. Hoy tenemos, mujeres rurales subprefectas, ronderas, jueces de paz, tenientas gobernadoras, presidentas de comunidades campesinas, madres líderes de programas sociales y mujeres lideresas en organizaciones de la sociedad civil, que hacen frente a las múltiples desigualdades que las atraviesan.
Por ello, es fundamental reconocer y valorar las contribuciones de las mujeres rurales, pero también es esencial evitar idealizarlas como súper mujeres capaces de hacer frente a todo.
Para lograr una verdadera equidad, debemos trabajar en la creación de condiciones que alivien su sobrecarga, previéndoles de políticas públicas con enfoque de género con recursos técnicos, financieros y organizacionales, así como la creación de la política de cuidados. La verdadera igualdad no radica en sobre exigir a las mujeres rurales, sino en garantizar un entorno donde puedan desarrollarse plenamente sin barreras.