Opinión: «Un partido político no es un club privado»

"No queda ninguna duda de que la bancada mayoritaria del Congreso estaba complotando para obstruir su investigación sobre la presunta organización criminal que existiría al interior de Fuerza Popular", opina el abogado Federico Chunga Fiestas.

Keiko Fujimori y su bancada de Fuerza Popular. (Foto: Perú.21)

Escribe: Federico Chunga Fiestas

Los pantallazos de los chats del grupo ‘La Botica’, en el que participan la lideresa de Fuerza Popular, sus principales asesores y dieciséis congresistas de esa agrupación, son un claro ejemplo de la grave crisis de los partidos políticos en el país.

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Aparte de la mala forma en que se refieren al presidente de la República, o de la demostración de que esos congresistas ejercen su función como simples mandaderos, lo más revelador ha sido conocer, ya no por mensajes de texto, sino por la propia boca de los involucrados, que para ellos su labor parlamentaria es un asunto privado.

Ese es el principal argumento con el que casi todos han defendido la pretendida inocuidad de los chats: afirmar que la intimidad de la comunicación les da libertad para expresarse sin tapujos, de un modo que no usarían oficialmente. Y ese es justamente el tipo de explicación que desnuda la orfandad democrática de esa organización que, dicho sea de paso, comparten muchas otras.

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Los desnuda porque, por un lado, queda claro que hay una disonancia severa entre lo que el partido comunica a la ciudadanía y lo que realmente ejecuta o sustenta lo que ejecuta. Y en segundo lugar, porque ese argumento se queda en la superficie y evade por completo el fondo. En efecto, el problema de esos chats no es la forma de lo que se dice sino justamente el contenido de lo dicho.

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Respecto del fiscal Domingo Pérez, el tema central de los chats, no queda ninguna duda de que la bancada mayoritaria del Congreso estaba complotando para obstruir su investigación sobre la presunta organización criminal que existiría al interior de Fuerza Popular, atacándolo directamente en lo personal y profesional, usando los medios de comunicación a los que tienen acceso como una estrategia para distraerlo de su trabajo, y para poner a la opinión pública en su contra.

Aquello sería intrascendente sino se tratara de que quienes están acordando tamaña agresión al sistema de justicia, y por tanto, al sistema democrático entero, están usando para ello la importantísima posición de poder que les ha confiado el pueblo peruano. Y eso es de suma gravedad aun cuando lo hubieran dicho con palabras bonitas.

Por supuesto que los congresistas pueden coordinar en privado y usar un lenguaje coloquial en ese ámbito, si quieren desvergonzado o atrevido. Pero, a la vez, resulta completamente válido que la prensa difunda dichos contenidos porque esas coordinaciones versan sobre asuntos de interés público que afectan la institucionalidad democrática y, a la larga, los derechos de todos. Porque debemos aprender que los partidos políticos no son un club privado, y mucho menos lo son los que gobiernan los poderes del Estado. Son instituciones al servicio del país y su funcionamiento no puede ser secreto ni reservado, puesto que casi siempre afecta la vida de todos nosotros.