Por: Ortelia Valladolid Bran, coordinadora del área de Incidencia y Desarrollo de Cutivalú
Uno de los grandes elementos del sistema de discriminación de género y de las desigualdades, es la división sexual del trabajo, la misma que define las actividades que deben realizar los hombres y las mujeres.
A los hombres se les exige y prepara para el trabajo remunerado (rol productivo) y a las mujeres para el trabajo no remunerado (rol reproductivo). Esto ha provocado la jerarquización de los sexos en dos esferas: la esfera de lo público, y la esfera de lo privado y doméstico.
El sistema de discriminación sexo/género no solo afecta la identidad personal, sino que también es la causa principal de la división sexual del trabajo. Es decir, el sexo biológico es determinante a la hora de definir los futuros roles y trabajos que desempeñarán mujeres y varones.
Estos roles, muchas veces, se entienden como naturales; a pesar de que son construcciones sociales, culturales e históricas y por lo tanto subjetivas. Así pues, hombres y mujeres cumplen roles de género asignados socialmente, lo que da lugar a actividades diferenciadas basadas en su género.
Brecha salarial y educativa en Piura
Según el INEI, la informalidad en el Perú alcanza el 71.1%. En ese contexto, según ENAHO 2023, la brecha salarial en Piura es una de las más altas del país, con un 31.6%. Esto posiciona a Piura como la sexta región con mayor desigualdad salarial entre hombres y mujeres, por debajo de Moquegua, Arequipa, Cajamarca, Junín y Pasco. Esto significa que las mujeres ganan S/505 menos que los hombres en nuestra región Piura, inclusive haciendo el mismo trabajo (Observatorio sociolaboral-Piura).
La Población Económicamente Activa (PEA) en el Perú es mayoritariamente masculina. Según el INEI 2022, el 29.2% de las mujeres mayores de 14 años no recibe ingresos propios, una cifra que duplica a la de los hombres en la misma situación. En el ámbito rural, donde la pobreza afecta al 42.1% de la población, el 41.2% de las mujeres no percibe ingresos, a pesar de liderar actividades como la agricultura o la ganadería familiar.
Esta realidad refleja porque aún muchas de las actividades realizadas por mujeres, como el servicio o el comercio familiar o ambulatorio, siguen siendo consideradas de baja productividad.
Por otro lado, si analizamos la brecha educativa, vemos que coloca a las mujeres en una posición de desventaja. No solo ganan menos por el hecho de ser mujeres, sino que también tienen menos oportunidades de acceder a la educación debido a patrones culturales y estereotipos de género, que las pone en un escenario meramente reproductivo y sin ningún tipo de reconocimiento. Esta realidad persiste con mucha normalidad y es más grave en las comunidades rurales.
De acuerdo a la Ley N°30709, Ley que prohíbe la discriminación remunerativa entre hombres y mujeres, publicada en el año 2017. Establece que se debe respetar “la igualdad de oportunidades, así como el lineamiento de idéntico ingreso por trabajo de igual valor”. Si bien hay avances importantes a partir de los derechos conquistados por las mismas mujeres, respecto de su salario, licencias, trato, lactarios, entre otros. En la realidad, aún queda mucho por hacer para que las mujeres puedan acceder a trabajos dignos, con salarios justos que estén alineados con el costo de vida y sus capacidades.