Opinión: «El dolor que ocasiona el racismo debe ser parte de la agenda feminista»

Por: Sofía Carrilo Zegarra, periodista y activista afrofeminista peruana

Las mujeres afrodescendientes en América Latina y el Caribe hemos aprendido a convertir el dolor que nos provoca el racismo en nuestro impulsor para generar estrategias orientadas a desmontar este sistema racista, porque entendemos que el patriarcado no terminará sino luchamos por el fin de las múltiples opresiones que vulneran los derechos de las mujeres, en particular de aquellas que son racializadas[1] y/o discriminadas por su orientación sexual e identidad de género.

Como mujer afroperuana me parece importante complejizar la situación de las mujeres en el Perú desde una perspectiva interseccional, reconociendo que además de la discriminación de género es preciso analizar el impacto que tienen el racismo, el clasismo y la heteronormatividad en la vida del Pueblo Afroperuano, los Pueblos Indígenas y la comunidad LGTBIQ+ en el país. No obstante, enunciar desde el feminismo la interseccionalidad para “dejar claro” que “nos ven” a todas, será insuficiente si no se plantean acciones políticas concretas que busquen erradicar las desigualdades estructurales que afectan a quienes se encuentran en una situación de exclusión y discriminación.

Esto no quiere decir que no reconozca que las voces en el movimiento feminista o desde los feminismos se han diversificado. Sin embargo, muchas veces la sororidad no nos alcanza a las mujeres afrodescendientes y esto no solo ocurre en el Perú sino en toda la región; precisamente por eso la filósofa afrobrasileña Vilma Piedade va más allá de la sororidad (solidaridad entre mujeres) e incorpora el término “doloridad”, asegurando que “la piel prieta (negra) nos marca en la escala inferior de la sociedad. La sororidad parece no contemplar nuestra pretitud. Cuanto más prieta, más racismo, más dolor”.

El enfoque interseccional reconoce las múltiples opresiones y nos debe obligar a hablar ese dolor que puede producir el racismo en las mujeres racializadas, pues es la única manera de sanar colectivamente. Las mujeres afrodescendientes somos sujetas políticas e históricamente hemos señalado que nos es imposible separar las opresiones porque las experiencias son simultáneas, por lo que nuestras trayectorias de vida no deben ser tomadas como meros testimonios sino como el conocimiento situado[2] que va a contribuir a los cambios en la estructura desigual, machista, sexista y racista de la sociedad.

[1] Racializada: personas cuya categoría étnica-racial causa que su vida sea impactada por el racismo.

[2] Conocimiento situado: Donna Haraway propone hablar de los objetos de estudio poniendo en evidencia el lugar desde el cual se parte, ya que, independientemente del tipo de método empleado, ningún conocimiento está desligado de su contexto ni de la subjetividad de quién lo emite.

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