El investigador en temas de economía, Juan Torres Polo, asegura que hasta ahora no ha sido posible desarticular ese sistema económico que favorece sólo a un sector de la población.
Este pensamiento económico genera que los trabajadores del sector agropecuario no gocen del beneficio económico que producen y los mantiene en la pobreza extrema. La ganancia que genera el sector termina en un grupo de “empresarios” mediante el sistema de intermediación y monopolios a través de mafias y reinados, explica.
Por eso vemos, por ejemplo, en el caso de la papa que al campesino productor se le paga 0.30 centavos de sol mientras llega a la mesa del consumidor a S/. 2.00 a más. Igualmente, en el caso de la leche, los monopolios (Gloria, Laive y Nestlé) imponen el precio de S/. 0. 80 o de 0.90 el litro y llega a la mesa del consumidor a más de S/. 3.00. En el sector de la pequeña agricultura se calcula que hay más de un millón de trabajadores que no tienen sueldo.
En entrevista con Cutivalú, José Torres Polo también se refirió a la élite de Lima integrada por la aristocracia y criollos comerciantes organizados en la colonia y que mantienen esa arquitectura y pensamiento económico anacrónico y racista; naturalmente que ahora son adeptos al capitalismo salvaje llamado neoliberal.
Sostiene que en Lima anidan todas las formas de corrupción (redes y esquemas de corrupción); los operadores del sistema de intermediación y monopolios a través de mafias; los reyes de la papa, la cebolla, ajo, tomate, etc. y los más grandes evasores de impuestos que explotan el sector extractivo, y financiero.
Lima centraliza todo el poder burocrático, económico y social con corrupción sistémica y contubernio, siendo también reflejo de otra perversión: el centralismo limeño produce serios daños a la económica de las regiones y profundiza las desigualdades sociales y genera iniquidades la misma que es mitigada con una política del autoengaño; mediante programas sociales y trabajo como ambulantes, es decir, sin beneficios ni protección social pero sometidos y controlados por el sistema.
Finalmente, dice, Lima, es un paraíso fiscal, y una “isla de eficiencia” de las mafias y redes de corrupción, desde donde practican sus fechorías. En Lima viven los sabidos, los avivatos, los pillos, supuestos políticos, los empresarios acostumbrados a ser millonarios sin trabajar, a apropiarse de la riqueza de los campesinos productores, que trabajan la tierra y profesionales avezados que para atesorar no les interesa que los inversionistas contaminen el agua y el suelo (no interesa la vida de los indios). Dese Lima se modela el funcionamiento de la sociedad en beneficio de grupos económicos y empresariales. Los limeños se creen personas inteligentes, se burlan y denigran a los provincianos y pretenden estar por encima de los peruanos de las demás regiones.
El poder burocrático centralizado en Lima (Ejecutivo, Legislativo, Poder judicial, Fiscalía, Defensoría del Pueblo, Tribunal Constitucional, Iglesia, Fuerzas Armadas y policiales y medios de información) avalan el genocidio contra la población del sur y se avizora que continuará con esta política de “mano dura” (solución militar), con el silencio cómplice de la “academia” (Universidades y Colegios Profesionales), concluyó.
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