Por: Ricardo Meca Alfaro, economista de Cutivalú
La autonomía económica se entiende como las posibilidades de las personas de generar y hacer uso de recursos, de disponer libremente de su tiempo, de alcanzar su pleno desarrollo y de participar activamente de la vida pública. El tener la posibilidad de contar con recursos propios, permite a las mujeres tomar decisiones de manera independiente, siendo clave para su autonomía física y de decisión; les permite también disponer de dichos ingresos para su bienestar y el de su familia, así como salir del círculo de la violencia.
Podemos afirmar que la alta participación de las mujeres en el trabajo doméstico no remunerado les genera una dependencia económica, es por ello que , las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de dedicarse al trabajo de baja productividad, el cual se caracteriza por ser precario, inestable y mal remunerado, que en su mayoría implica ausencia de los beneficios sociales legales.
Por estos tiempos a pesar de los trabajos y esfuerzos de las instituciones en materia de equidad de género, aún existen significativos niveles de desigualdad entre mujeres y hombres en el acceso a un trabajo decente, con igualdad de condiciones y salarios.
Esta situación impide que las mujeres puedan ejercer sus derechos humanos básicos y alcanzar su autonomía económica, lo que implica tener la capacidad de ser proveedoras de su propio sustento y la posibilidad de decidir cuál es la mejor forma de hacerlo.
Pero trabajar en la autonomía económica de las mujeres implica también reconocer las grandes brechas que tienen las mujeres en conocimientos técnicos, lo que se traduce en que, a pesar de que trabajan en la elaboración de productos y servicios, muchas veces, entregan a otros, familiares o terceros, la administración de los recursos, ganancias y relaciones comerciales. Entonces para que el ingreso de dinero y el trabajo, se vea reflejado en autonomía e independencia, requiere que las mujeres puedan asumir con conocimientos la gestión de sus proyectos productivos.
Para revertir esta grave situación, es fundamental que el Estado tome el rol protagónico, se articule, planifique y trabaje en el desarrollo de políticas e iniciativas que permitan lograr el empoderamiento femenino, incentivar su participación en el mercado laboral y el acceso a los distintos servicios financieros.
Finalmente, la autonomía económica es clave para lograr la igualdad de género y para el desarrollo sostenible del país; cumple, además con un papel preventivo y permite que las mujeres rompan vínculos para asumir una vida libre de violencia.