Comentario || “Sembrando maíz: experiencias en la agricultura rural»

Te presentamos el comentario de hoy

Por: Hilda Floreano, especialista comunitaria del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán

El invierno ha llegado a las alturas del Distrito de Santa Catalina de Mossa, convocando a mujeres y hombres a iniciar la siembra por secano. A través de la Asociación Espiga Monsseña, los pobladores de los caseríos de Mossa, Lagunas y Chirimoyos organizan sus tierras según las necesidades de cada familia. A pesar de la escasez de agua, acuerdan rotar las tierras de cultivo, evidenciando la importancia de la colaboración y adaptación en la agricultura local.

Yenny Guerrero, socia de la Mesa de la Mujer del distrito, comparte su experiencia en esta temporada. La siembra y fumigación, nos cuenta, son lideradas principalmente por hombres, mientras que el transporte de agua se considera una tarea asignada a las mujeres. A su vez, tanto el deshierbo, como la cosecha, involucran la participación de niños, niñas, mujeres y hombres adultos. Esto evidencia la distribución de roles en las labores agrícolas.

A medida que los niños y niñas crecen en la comunidad, aprenden y son llamados a desarrollar estas actividades agrícolas. Esto se ve como algo importante para su futuro, como una especie de herencia. Desde pequeños, se les asignan roles específicos basados en tradiciones y género. Lo cual significa que, desde muy temprana edad, se les dice qué tareas deben realizar de acuerdo a si son niños o niñas. Estas nomas influyen en sus percepciones y expectativas desde muy jóvenes.

Además, pese a la contribución activa de las mujeres en la siembra del maíz, ellas no se desligan de sus tareas tradicionales como cuidadoras. Salen hacia las chacras a las 9:00 a.m., llevando consigo alimentos para el almuerzo, cuidando a los niños y niñas. Además, aportan a las actividades del campo, según sea necesario. Esta dinámica refleja desigualdades arraigadas en roles asignados por la sociedad, invisibilizado su contribución activa y persistiendo desafíos en la equidad de género.

Aun cuando tales roles están arraigados en la comunidad, Yenny destaca ciertos aspectos para reflexionar sobre la preservación de tradiciones a lo largo del tiempo. Aunque no llama explícitamente «ayni», menciona que persiste la colaboración comunitaria en diferentes etapas agrícolas. Esta práctica fortalece los lazos comunitarios y promueve el intercambio de recursos y conocimientos, incluyendo la preservación de las mejores semillas para la siembra futura.

Asimismo, resalta una interesante decisión financiera dentro de la comunidad: la elección de vender el maíz de manera gradual, en lugar de hacerlo todo de una sola vez. Esta estrategia, basada en la necesidad de controlar los gastos y asegurar recursos para el futuro, revela la falta de opciones de ahorro en entidades financieras y destaca la importancia de garantizar que el dinero se utilice de manera efectiva.

Yenny comparte que la siembra en su familia no se percibe simplemente como la espera de una exitosa cosecha, sino como una actividad de encuentro comunitario. Por más que haya posibles pérdidas a causa de las fuertes lluvias, la comunidad aborda estas situaciones con respeto y calma. Yenny agradece y espera que el campo continúe siendo su principal fuente de ingresos.

Las experiencias en la agricultura rural de Santa Catalina de Mossa revelan la interconexión entre roles de género arraigados en tradiciones y la importancia de prácticas colaborativas para afrontar los desafíos agrícolas. La comunidad busca preservar su identidad cultural mientras se adapta a nuevas realidades, enfrentando retos con resiliencia y esperanza en el campo como fuente fundamental de sustento.

Este comentario llegó gracias al proyecto: «Mujeres trabajando por la igualdad», te invitamos a seguir leyendo nuestro próximo comentario.