Acceso a la universidad peruana: un lujo

Por: Mgtr. Nidia Coronado Cornejo, especialista en emprendimiento del Proyecto Mujeres trabajando por la igualdad.

María es una estudiante brillante, los 9 años de educación básica regular ha tenido notas de excelencia, pero no cuenta con recursos económicos y aduce que trabajará en una empresa agroindustrial para solventar sus estudios o ayudar en las tareas del hogar y de cuidado a su madre. Lo mas probable es que luego de poco tiempo María se enamore y salga embarazada a tan corta edad. Esa es la realidad de muchas jóvenes en las zonas rurales de Piura, pero tanto se ha normalizado esta situación que a nadie le preocupa la situación de María, solo a ella, que no cuenta con oportunidades para salir adelante.

Solo cerca del 30% de jóvenes en edad de estudiar a nivel superior lo hace en la universidad. Es uno de nuestros más graves problemas no solo educativos, sino también sociales. Tanto talento peruano que no se lleva a su máximo potencial.

Es paradójico que quienes se oponen a que se abra la puerta a que ingresen directamente a la vida universitaria de manera escalonada los y las estudiantes más brillantes y con menos recursos sean a la vez quienes ostentan teóricamente una defensa de la educación y que se encuentran dentro del poder económico y político peruano y sean dueños de Universidades Privadas.

Por ello en un escenario tan necesario de ampliar el acceso estudiantil requiera, obligatoriamente una mejora sustantiva de recursos para mantener la calidad académica, y que sea solicitado firmemente por las instituciones involucradas. En este caso, las universidades públicas, pero hasta el momento, las autoridades de dichas casas de estudios no se preocupan por esta situación.

Lo que es incomprensible es que los opositores a esta urgencia social, tantos años reclamada, aduzcan argumentos que han descrito como populistas. Es decir, para estos defensores de una educación exclusivista y de élite, todo aquello que signifique que nuestros jóvenes tengan mayores oportunidades son descritos como políticas populistas.

¿No todos defendemos que la educación sea lo más accesible posible? ¿No predicamos en todas las tribunas que cuanto más educado un pueblo mejor para su futuro? ¿No señalamos, incluso con puesta de escena, que la educación es el futuro del país? Es paradójico que quienes han tenido todas las oportunidades y muchos privilegios para acceder a una educación adecuada sean los más tenaces opositores. Sin embargo, ni la educación privada ni la pública se oponen.

En la práctica, el ingreso a las universidades privadas es libre. Es decir, todos los que postulan ingresan. Claro, se entiende que tienen el financiamiento para ello; por lo tanto, esas condiciones le dan una definitiva ventaja sobre la gran mayoría que carece de fuentes de financiamiento sistemático y permanente, especialmente los y las jóvenes de las zonas rurales.

Para eso están las universidades públicas. Darle recursos en toda su cadena de abastecimiento y un soporte permanente para la mejora de la gestión son fundamentales para que este giro histórico, de acceso libre, sea un éxito. Más allá de ser un acto de justicia social, el sentido de toda educación es que se den todas las oportunidades a nuestros jóvenes más talentosos y, a la vez, se reestructuren las condiciones para su permanencia y reducir la posible deserción por causas económicas.

La falta de recursos nunca más debe ser una razón para que un o una brillante estudiante sea impedido o impedida de acceder al circuito virtuoso de la formación educativa. Eso ha sido nefasto para un país como el nuestro, que no puede seguir dándose el lujo de desperdiciar a su población más talentosa y brillante.

Por lo tanto, el acceso libre es un imperativo educativo; asegurar su éxito es la única salida posible para un Perú educado y transformado.