
Por: Wilmer Fernández, director de Cutivalú
Los peruanos y peruanas debemos admitir que hemos tenido una semana de buenas noticias con la elección del obispo de Chiclayo, Robert Prevost, como nuevo Papa o Papa León XIV. Desde el miércoles pasado, ha resonado todos los días en las redes sociales y otros medios de comunicación la frase “el Papa es peruano”. Y lo es. Porque, si bien es cierto nació en EEUU, ha vivido la mayor parte de su vida en el Perú.
Robert Prevost tiene la nacionalidad peruana, conoce nuestro país, nuestras costumbres y habla nuestro castellano. Además, es un pastor con olor a oveja, que se ha formado en las comunidades campesinas de la costa y de los andes de nuestro país. Ha vivido en Chulucanas como misionero, ha recorrido comunidades de Huancabamba y Ayabaca, Cajamarca, Lambayeque y La Libertad. Para nuestra alegría piurana, norteña, el Papa León XIV es norteño.
«Esta noticia es la mejor expresión de esperanza que tanto necesita nuestra gente peruana. Aquella esperanza que nuestras autoridades no saben darle al país«
Más allá de cualquier chauvismo norteño, tenemos que decir que esta noticia es la mejor expresión de esperanza que tanto necesita nuestra gente peruana. Aquella esperanza que nuestras autoridades no saben darle al país.
Los peruanos católicos y muchos no católicos hemos celebrado esa noticia porque significa una luz de esperanza en un país que ha sido destruido por aquellos que un día juraron cuidarlo, protegerlo; un país que ha sido sumido en la tristeza y el dolor por esos políticos que en el 2021 juraron cínicamente por Dios y por la patria, darle desarrollo. Promesas que hicieron sin ninguna intención de cumplirlas.
«Conoce el dolor de las familias de los asesinados en el sur del país por las balas del Estado de Dina Boluarte y de este Congreso de criminales; porque exigió a Alberto Fujimori, violador de derechos humanos, pedir perdón al país»
La noticia del “Papa peruano” no sólo nos alegra porque tenemos un “Papa peruano”, sino porque este Papa está del lado de los pobres, de la gente más vulnerable; porque conoce el dolor de las familias de los asesinados en el sur del país por las balas del Estado de Dina Boluarte y de este Congreso de criminales; porque exigió a Alberto Fujimori, violador de derechos humanos, pedir perdón al país; porque ha estado del lado de la gente que salió a las calles a protestar frente a un Estado que les está robando sus derechos y su esperanza de un futuro mejor, un Estado gobernado por la coalición de Keiko Fujimori, Cesar Acuña, Vladimir Cerrón, coalición que hoy gobiernan al Perú de espaldas a la ciudadanía.
Por eso, esta noticia no alegró a muchos políticos, religiosos conservadores, gente que pregona acciones y discursos de odio contra los derechos de las mujeres, contra la comunidad LGBTIQ+, contra los defensores del medio ambiente, contra los derechos humanos. Ellos, los excluyentes, no se alegraron, porque la vida y palabras de este nuevo Papa son testimonios contrarios a sus ideas medievales y excluyentes de personas que no son de su clase.
«Ellos, los excluyentes, no se alegraron, porque la vida y palabras de este nuevo Papa son testimonios contrarios a sus ideas medievales y excluyentes de personas que no son de su clase»
La elección del Obispo de Chiclayo, Robert Prevost, es una buena noticia para toda Latinoamérica, para esa Latinoamérica pobre, para los pueblos campesinos, para los pueblos indígenas, para los trabajadores y trabajadoras, para aquellos que luchan por el medio ambiente, por los ríos, por los bosques; para aquellos que lucha por los derechos de las mujeres, de las comunidades LGBTIQ, por los derechos de las personas; para aquellos que luchan por democracia participativa. En fin, la elección del Papa León XIV, es un signo de esperanza para nuestra gente Peruana.