«Un pueblo que pierde su derecho a la cultura fracasa»

María Elena Córdova, jefa de la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura. (Foto: Andina)

Fue una importante activista del lanzamiento de la Agenda Bicentenario Perú 2021, que con gran expectativa se efectuó en La Libertad y diversas regiones del país. María Elena Córdova Burga es jefa de la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura (DDC) desde el 2014 y sabe lo que atesora su tierra para el Perú.

También es jefa del Proyecto Especial Chan Chan y responsable, por el momento, de la Unidad Ejecutora de Marcahuamachuco, un complejo arqueológico ubicado en la provincia de Sánchez Carrión. No es tan antiguo como el de Chan Chan, precisa, pero ambos son civilizaciones prehispánicas.

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Aunque es abogada penalista, oficio que ejerció como vocal superior de la Corte de Justicia de Trujillo en la década de los 90, siempre se inclinó por el patrimonio cultural. Tal vez, cuenta, fue arqueóloga en su otra vida. Lo cierto es que antes y después de aquellos años formó parte del equipo de asesoría jurídica para el Instituto Nacional de Cultura (INC).

A mediados de los 80, como litigante del INC de Trujillo, expulsó a las familias asentadas en el Complejo Arqueológico Chan Chan. Al año siguiente, la Unesco lo declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad. “Estoy segura de que ese reconocimiento fue posible gracias al esfuerzo que hizo el Estado para lograrlo”.

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Identidad y patrimonio

María Elena habla desde la certeza de lo trascendente, que es proteger el patrimonio material, el testimonio de lo que fuimos. No hacerlo significa perder la oportunidad de investigar nuestra historia, dice, conocer con detalle nuestras raíces o dejar de construir nuestra identidad. Un pueblo que pierde su derecho a la cultura fracasa, afirma categórica.

Esa convicción, la inspira. Por eso, el tiempo que asumió funciones como directora de la DDC de Cusco, antes de hacerlo por La Libertad, elaboró el expediente técnico para que el Qhapaq Ñan (Camino del Inca) fuera considerado patrimonio mundial. Una ardua labor que se cristalizó el 2014 y le causó gran satisfacción.

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“Para mí es un privilegio trabajar en cultura. Me ha permitido conocer, más que otros peruanos, los valores que tiene nuestro país, lo maravilloso que es su pueblo, que a lo largo de la historia ha sabido enfrentar los momentos más difíciles gracias a la unión. Nuestro trabajo es silencioso y lo asumimos con responsabilidad. Me formé como abogada para servir a la cultura”.

En los próximos años promoverá la celebración del bicentenario con pasión. Atrás quedaron su niñez, la casa del abuelo paterno, los paseos a caballo, las lecturas interminables durante las tardes quietas del campo, pero se mantienen firmes en la memoria, como las manos de su padre tallando la madera o cargándola para llevarla a dormir. Su visión protectora del patrimonio cultural se forjó allí. María Elena sigue enamorada del Perú.