Editorial: ¡Alerta! : Perú camino a la autocracia

Wilmer Fernández, director de Cutivalú.

En diciembre del 2022 las poblaciones del sur del Perú, respecto a la democracia peruana, cantaban “esta democracia ya no es democracia”.Estas poblaciones vieron lo que se le venía al Perú.

En base a la desastrosa gestión de las protestas por el gobierno, con 49 personas asesinadas por el Estado Peruano, advirtieron que la democracia peruana entraba en una etapa de regresión.

Un Estado que pretende subsistir impune con tantas vidas caídas e invisibilizadas por el mismo Estado, no puede llamarse una democracia.

En continuidad con esa línea histórica, en el 2023, informes internacionales definieron a la democracia peruana como una democracia hibrida, con un gobierno débil.

¿Qué quiere decir eso? 

Que nuestra democracia parece una democracia, pero no lo es, pues tiene rasgos de autoritarismo. En el 2024, otro informe dice que, en América Latina, el Perú está entre los siete países que van hacia la autocracia, junto con El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, México, y Nicaragua. Son países cuyas democracias están en proceso de deterioro. Es decir, estamos perdiendo la democracia en el Perú.

El Perú hoy es una autocracia revestida de formalidades democráticas, en el que el poder lo ejerce el Congreso controlando las instituciones más importantes del Estado.

Nuestro gobierno se caracteriza por una usurpación gradual del poder por el Congreso a los otros poderes públicos, situación que, por un lado, bloquea y por otro debilita la democracia.

Hoy podemos afirmar con certeza que esta democracia ya no es una democracia. ¿Por qué? En primer lugar, se ha perdido el sistema de equilibrio de poderes. La institución que tiene el poder absoluto es el Congreso de la República.

Y no es el mejor Congreso, puesto que está conformado por congresistas muy cuestionados de su calidad moral, de su idoneidad para ser congresistas. Muchos tienen carpetas judiciales abiertas.

Un Congreso que negocia los votos en el hemiciclo por impunidad para sus delitos contra el Estado Peruano,  se trata de un Congreso conformado por personas que actúan como bandas delincuenciales, por partidos que parecen más bien empresas que lucran con el dinero del Estado, con grupos de personas que han llegado al poder para hacerse con el país. Partidos políticos cuya ideología de fondo es hacer política como un negocio.

En segundo lugar, la institucionalidad que debe sostener a la democracia y su estado de derecho ha sido gradualmente desmantelado. El Tribunal Constitucional hoy más parece otra bancada del Congreso. Trabaja para el congreso.

La Defensoría del Pueblo, que debe defendernos del Estado cuando éste vulnera los derechos de la ciudadanía, hoy, muy lejos de acercar la justicia a la gente, está al servicio del Congreso.

También se ha trastocado el sistema de Contraloría, institución que debe fiscalizar internamente a las instituciones para que todos los actos de corrupción se denuncien.

El Poder Ejecutivo también ha sido desmantelado. No gobierna. Gobierna Keiko a través del Congreso. Los gobiernos regionales, muchos en silencio otros involucrados gravemente en corrupción.

Asimismo, el Congreso de la República ha desbaratado todas las reformas políticas que se hicieron por medio de un Referéndum, reformas que tenían como propósito fortalecer la democracia peruana; ha desbaratado también a la Junta Nacional de Justicia, al Ministerio Público, al Poder Judicial.

Hoy van por el Jurado Nacional de Elecciones. El único poder del Estado que ha fortalecido sus músculos es el Congreso.

En tercer lugar, la ciudadanía pierde interés en la democracia. Esto se manifiesta de dos maneras. Por un lado, al disminuir los canales democráticos de participación se genera poco interés en la democracia.

Por ejemplo, otros países tienen el referéndum como mecanismo para decidir reformas importantes para sus países. En el Perú, las reformas constitucionales lo deciden comisiones de 15 a 20 congresistas.

Todas las reformas constitucionales hechas entre el 2023 y 2024 todas fueron inconsultas. Por otro lado, según informes   internacionales sólo cinco de cada diez peruanos creen en la democracia. Esto es grave.

La democracia no solo se sostiene en las leyes que la promueven y garantizan, sino en los valores que su población tiene como creencias más profundas.

La democracia es un sistema de gobierno, pero también es un valor personal. Si la mitad de la población no cree en la democracia como un valor personal, menos creerá que ella sea el mejor sistema de gobierno para el Perú.

Nadie lucha por razones en las que no cree.

Recuperar la democracia peruana nos va a tomar varios años.

Wilmer Fernández Ramírez

Editorial: El Tribunal Constitucional ha cruzado la línea roja