La otra pandemia: el machismo que impulsa la violencia de género

Foto referencial

Por Omayra Feijoo / Cutivalú

Antes de convertirse en la presidenta de la Red de Soporte y Acompañamiento a Víctimas de Violencia de Veintiséis de Octubre, Yolanda López fue una víctima más de los cuatro tipos de violencia. Un día, tras más de 15 años de golpes y humillaciones, Yolanda se miró al espejo y dijo “¿esto quiero para mí?”. Ese día supo que era la última vez que su esposo la agredía.

Pero su relación no siempre fue tormentosa. Como muchas otras relaciones, su esposo era una persona diferente mientras eran enamorados. “Él era muy amoroso, detallista, me presentaba a su familia. Nos casamos muy enamorados, tuvimos a nuestro primer hijo muy felices”, cuenta Yolanda con nostalgia. Nada le hubiera hecho pensar que ese mismo hombre la violentaría de forma física, sexual, económica y psicológica. Yolanda pudo salir del ciclo de la violencia; sin embargo, Gabriela Navarro, de 34 años, no tuvo la misma suerte y se convirtió en la primera víctima de feminicidio registrada en Piura en el 2022. En los primeros cuatro meses del 2022, los Centros de Emergencia Mujer (CEM) Piura han atendido 2,715 casos de mujeres que siguen inmersas en este mal. Por otra parte, la pandemia no ha reducido esta situación, pues los CEM de Piura atendieron 7425 casos en el 2021; y 4760 un año antes.

Para Nadia Agurto Francia, especialista de Gobernabilidad del área de Proyectos de Cutivalú, un medio de comunicación piurano con una área de proyectos sociales, la violencia basada en género no es reciente, sino que tiene sus raíces en el machismo normalizado. «Comenzamos a normalizar esas prácticas y nos llevan a la violencia. Si un hombre regaña a su esposa por ponerse cierto vestido para una reunión o le prohibe maquillarse para trabajar y ella no obedece puede haber una actitud de violencia, de repente ya no es un grito, sino un golpe», precisa la especialista.

Sin embargo, dice que el machismo no es una práctica limitada a los hombres, sino que muchas mujeres lo trasmiten en casa mediante la crianza. Es decir, las mismas madres condicionan las funciones de sus hijos dependiendo de su sexo y de los estereotipos que la sociedad impone, y estas prácticas se heredan de generación en generación. «Es muy normal cuando vemos que un jovencito puede ir a una fiesta, pero la hermanita no puede salir y si salíó le pueden pegar en su casa», ejemplifica Agurto.

Durante la pandemia por Covid-19 estos comportamientos fueron más evidentes. Basándose en su experiencia en trabajo comunitario, Agurto señala que en las zonas rurales, donde la señal de telefonía e internet es limitada y los recursos para que los menores se eduquen son reducidos, los padres priorizan la educación de los hombres por encima de las mujeres. «Normalmente le dan la oportunidad a que el varón vaya a un lugar más desarrollado a estudiar una carrera superior, incluso hay deserción escolar porque a quien dejan en la casa es a la hermanita mayor para que contribuya en tareas del hogar», explica Agurto. La situación se agrava si tenemos en cuenta que del 100% de personas que no saben leer ni escribir en la región, 136 809 son mujeres y 108 186 son hombres, de acuerdo con el último censo del 2017 recogido en el boletín de Situación de la Mujer en Piura de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.

El micromachismo y su impacto en el trabajo

Algunas prácticas como la falta de cambiadores de pañal en los baños de hombres de los centros comerciales o designar el color azul para el hombre y el rosado para la mujer se han vuelto tan habituales que la sociedad no las cuestiona. Agurto Francia explica que este machismo se normaliza mediante conductas cotidianas que minimizan a la mujer conocidas como micromachismo. «Alguna vez hemos escuchado que ‘mujer al volante es un peligro andante’. Este tipo de chistes perpetúan los estereotipos de género y constituyen prácticas micromachistas», señala la especialista.

Pero el Perú no es el único país que lleva el machismo en las raíces y que ha impactado negativamente en el sector laboral, como veremos más adelante. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reveló mediante un estudio en el 2021 que la participación laboral de los hombres en los países que integran el Departamento de Países de Centroamérica es del 92.7%. Mientras, la particiación laboral de las mujeres llega al 54.8%. El BID explica que una de las razones se debe a que, socialmente, la mujer es concebida con roles vinculados a las tareas domésticas. Esto lleva a que si una mujer y un hombre tienen trabajos similares, es más probable que la mujer tenga una remuneración económica mucho menor que la de su par.

La dependencia emocional ata a las víctimas de violencia

Yolanda cuenta que no dejaba a su pareja por miedo a perder el sustento económico para mantener a sus hijos, pero más porque él le pedía perdón después de cada agresión. «Él llegaba borracho todas las noches, yo me moría de miedo, mis manos sudaban, temblaba porque yo sentía que venía a agredirme. Al día siguiente me pedía perdón, me prometía que iba a cambiar», continúa Yolanda.

La psicóloga y coordinadora del CEM Piura, Carmen Ramos, explica que muchas víctimas de violencia tienen un fuerte apego a sus agresores porque ellos se encargan de alejarlas de su entorno más cercano. Ramos señala que en el caso de las víctimas como Yolanda, ven a su agresor como la persona con quien vivieron la primera experiencia de amor. «Las consecuencias pueden ser muchas. Cuando recibimos a una persona afectada por hechos de violencia vemos que el área cognitiva se ve afectada con cosas como la memoria, la atención, la concentración. En algunos casos vienen desorientadas en tiempo y espacio», explica Ramos.

De acuerdo con la psicóloga, estos comportamientos se pueden detectar desde el enamoramiento. «Ya hay una conducta de celotipia, de control, de vigilancia, de prohibición de contacto con el sexo opuesto», indica. Por ello, la especialista nos brinda algunas claves para identificar agresiones desde el enamoramiento como el control de las redes sociales, alejar a su víctima del entorno social, prohibir que se vistan o se maquillen de cierta forma. Todas esas señales las vivió Yolanda, pero pensó que era algo normal.

La violencia psicológica es la más común, pues del total de denuncias que ha recibido el CEM, el 50.4% han sido por esta modalidad. Mientras, el 38,6% son por violencia física, el 10.9 % son de violencia sexual y solo el 0,2% son por violencia económica.

Es por eso que el primer año que la pandemia por COVID-19 llegó al Perú, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerales (Mimp) lanzó la campaña «El amor no es dependencia«, dirigida a concientizar y sensibilizar a jóvenes y adolescentes acerca de la violencia basada en género durante el enamoramiento y/o noviazgo.

omo ya hemos contado antes, Yolanda no solo sufría maltrato físico, sino también psicológico. Los insultos diarios y las infidelidades constantes habían afectado su autoestima hasta llegar al punto en que pensaba que estaba destinada a vivir así. Maquillaba los golpes por vergüenza a que su familia se diera cuenta y dormía a sus hijos para que no escucharan sus peleas. «Todas las agresiones eran en la noche, él siempre llegaba borracho y mis tres hijos eran pequeños, ellos nunca se enteraron», cuenta Yolanda. Por eso, cuando sus hijos la vieron años después como presidenta de la Red de Soporte dando charlas o entrevistas sobre empoderamiento y violencia se sorprendieron. «Me dijeron ¿mamá, que mi papá te pegaba? Yo les decía que sí, pero ellos no escuchaban. Nunca quise que mis hijos crecieran con rencor a su padre», dice Yolanda.

La violencia no tiene género

Aunque la violencia basada en género tiene rostro de mujer, esta no excluye a los hombres de sufrirla, pero en una cifra menor. De acuerdo con los CEM, a nivel nacional se han atendido 34 547 casos de violencia registrados contra mujeres en el primer trimeste del año. Mientras, los casos reportados de hombres violentados es de 5 239; es decir, poco más del 15% de la cifra total de mujeres agredidas.

Para la especialista en Educación y Género de Cutivalú, Ortelia Valladolid Bran, los estereotipos de género no solo afectan a las mujeres, sino también a los hombres. «A los hombres se les ha dicho desde pequeños que tienen que ser proveedores, que pueden tener muchas mujeres, que tienen que mantener la casa y a su familia. Los hombres llegan con una carga social muy grande», señala Valladolid Bran. Indica que esto hace que si un hombre no cumple con los estereotipos socioculturales entonces tiende a ser ridiculizado. Sugiere que es por ello que muchos hombres que sufren abuso a manos de sus parejas no denuncian.

Pensar en que un hombre sea el ojo público de un caso de violencia era risible hace años -y lo sigue siendo-. Ante ello, el decano del Colegio de Sociólogos de Piura, Martín Cornejo, sostiene que la sociedad «castra» al hombre y esto impide que pueda desarrollarse como persona. «En el discurso feminista se dice que el hombre saca ventaja a la mujer. Pero también los hombres sufrimos en gran parte por esta estructura (social) y si no se cuestiona, los hombres no nos damos cuenta que engendrar relaciones equitativas también nos conviene«, señala Cornejo.

El sociólogo indica que el mismo acoso en redes sociales forma parte de la violencia machista. Este es el caso de la actriz Amber Heard. Cuando el juicio público por difamación empezó entre ella y su ex esposo Jhonny Deep, los fans del actor crearon el #JusticiaParaJohnny, mediante el cual mostraban su apoyo a Deep ante las presuntas pruebas de violencia que sufría a manos de Heard.

Sin embargo, por otro lado Heard ha sido víctima del ciberbullying en redes sociales. Durante semanas se han difundido memes burlándose de la actriz y definiendo quién es la víctima y quién es el victimario sin tomar en cuenta que ambas partes mostraron pruebas de las agresiones que sufrían uno a manos del otro. Según Agurto Francia, si una víctima de violencia no cumple con los estereotipos de cómo debe verse entonces su credibilidad se pone en juego como en el caso de Heard y Depp. Por su parte, Cornejo sostiene que la sociedad es «hipócrita» cuando se trata de juzgar a una persona, pero no hace lo mismo cuando los infractores son personas de su mismo entorno social.

¿Qué dice la Ley para prevenir, erradicar y sancionar la violencia?

Aunque los casos de violencia que registran los CEM son, en gran mayoría de violencia doméstica, existen otras modalidades. Por ello, la ley 30364 -Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer e integrantes del grupo familiar– salvaguarda los derechos no solo de mujeres, sino también de niños, adolescentes, ancianos y hombres. Hasta este año, dicha ley contemplaba solo cuatro tipo de violencias: física, psicológica, sexual y económica. Sin embargo, en abril de este 2022, el Congreso modificó 13 artículos de esta ley e incluyó 4 tipos de violencia más: desaparición de niños, niñas y adolescentes por particulares; explotación sexual de niños, niñas y adolescentes; acoso en el proceso judicial y violencia en los servicios de salud sexual y reproductivos.

De acuerdo con el abogado de la Unidad de Víctimas y Testigos del Ministerio Público Piura, José Luis Velásquez Quesquén, estos nuevos tipos de violencia fueron incluidos a partir de que no hay una data certera de cuántas desapariciones hay al año. Asimismo, la violencia en el proceso judicial busca evitar el hostigamiento del denunciado hacia la persona denunciante. «Incluir este tipo de violencia tiene por esencia evitar el hostigamiento y el desgaste emocional y económico de la víctima. Muchas veces la parte agresora desgasta a su víctima para incomodarla y que desista de proceso judicial», precisa Velázquez Quesquén.

Pese a las modificatorias, el abogado señala que no puede haber un avance real si el machismo sigue incrustado en los operadores de justicia y de esto es testigo vivencial Yolanda. La vez que su marido intentó ahorcarla, denunció en la dependencia policial de San Martín, en Veintiséis de Octubre, pero no le hicieron caso. «Me dijeron ‘ah, pero no te ha hecho nada, acá llegan peores. Mejor amístese con su marido, señora», cuenta. Una de las funciones de Yolanda en la Red de Soporte que integra es acompañar y orientar a las víctimas en su proceso de denuncia. Sin embargo, señala que en más de una ocasión los policías rechazan las denuncias alegando que «son cosas de pareja».

A Gabriela Navarro le tocó ser víctima de la falta de sensibilización y capacitación de la Policía. El día que su expareja la mató, ella se encontraba en una reunión familiar en casa de su suegra. Curiosamente, Gabriela tenía medidas de protección debido a una denuncia de maltrato que impuso a su expareja. El feminicidio de Gabriela pudo haberse evitado si la Policía se hubiera asegurado que Juan Luis Paiva cumplía las medidas de protección.

¿Cuáles son las brechas de género en Piura?

En el 2014, el Consejo Regional de Igualdad de Género (Corig) identificó 9 brechas de género en Piura: mortalidad materna, embarazo de adolescentes, violencia contra la mujer, limitado acceso a servicios de educción básica, limitada inserción laboral, analfabetismo, limitada participación de las mujeres en el acceso a la propiedad y manejo de los recursos, limitada participación ciudadana y política de las mujeres en el desarrollo local y regional y limitada institucionalización del enfoque de género en la gestión gubernamental.

En el último conversatorio virtual sobre brechas de género en Piura organizado por Cutivalú, el coordinador de la Estrategia Sexual y Reproductiva de la Dirección Regional de Salud Piura (Diresa), Richard Ojeda, informó que se han registrado 14 muertes maternas en lo que va del año. Estas cifras colocan a Piura como la segunda región con mayor número de muertes maternas. Por su lado, Silvia García Caro, del Observatorio Sociolaboral de la Dirección Regional de Trabajo, señaló que la brecha de inserción laboral entre hombres y mujeres creció en un 5.1% durante la pandemia en el 2020. Según lo expuesto, la diferencia entre hombres y mujeres que trabajan es de 166 517.

En la brecha educativa, el panorama tampoco es muy alentador, pues la Dirección Regional de Educación (Drep) Piura no tiene un balance de deserción escolar clasificado por zonas ni por sexo. De acuerdo con la exposición de Tyrone Sánchez Verdugo, especialista de Convivencia Escolar de la Drep, 30 198 alumnos han tenido problemas con el acceso a clases ya sea por falta de interés o equipos tecnológicos. «También por desinterés o la desmotivación por el poco acompañamiento que han tenido de parte de sus padres, madres o cuidadores han abandonado y se han dedicado a alguna actividad laboral«, argumentó Sánchez.

Para Valladolid Bran, quien también es integrante del Corig, la planificación del Estado y sus recursos presupuestales deben estar divididos contemplando el enfoque de género. «Se debe definir la problemática de Piura con esa mirada. Es decir, saber qué afecta a la población y distribuir los planes y recursos en la población más afectada, ya sean hombres o mujeres para cerrar las brechas», explica Valladolid Bran. Pero lejos de cumplir con esta labor, Valladolid refiere que las propuestas de las instituciones son limitadas.

Han pasado más de cinco años desde que el Corig elaboró el Plan Regional de Igualdad de Género (Prig) en el 2016. Se elaboró para buscar medidas que ayuden a cerrar las brechas de género; sin embargo, este documento ya venció y las autoridades emitirán un informe en junio de este año para evaluar el avance del plan. Por su parte, Valladolid señala que el cambio debe partir, además, desde la sociedad mediante la reeducación en las nuevas generaciones.

Es poco probable erradicar por completo los roles y estereotipos de género tan arraigados en la sociedad a través de la historia. Tal vez -como lo sugiere Valladolid Bran- el camino sea la reeducación de las nuevas generaciones en una sociedad más tolerante y equitativa. Pero, además de la sociedad, la responsabilidad también recae sobre las autoridades y operadores de justicia. Sin embargo, este grupo de poder que critica la violencia machista es el mismo que le sigue otorgando a las mujeres oficios relacionados al rol de cuidadora como enfermeras y profesoras de inicial. Y este mismo concepto lo vemos incluso en las carteras ministeriales de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y de Desarrollo e Inclusión Social, casi siempre ocupadas por mujeres.

Como hemos visto a lo largo de este reportaje, el machismo y la violencia va más allá del mero golpe. Se ha vuelto parte de nuestra cultura hasta el punto de que, inconscientemente, nos reímos con el chiste que nos contó un amigo sobre la mujer que se vuelve histérica cuando menstrua, seguimos pensando que si no hay celos, entonces no hay amor o que si un «piropo» en la calle es «bonito» entonces no es violencia sexual. Como sociedad, nos toca reconocer que la máxima expresión de la violencia, el feminicidio, casi siempre empieza con pequeños indicios. De todo esto fueron víctimas Gabriela Navarro, en Sechura en el 2022; Liliana Silva, en Sullana en el 2021; Allison Olivos, en Talara en el 2020; Lucero Camacho, en Sullana en el 2020 y otras mujeres que, como ellas, no están entre nosotros para contarlo.