Por: Miguel Ángel Silva Martel, psicólogo en el Centro de Atención Primaria II de Chulucanas – ESSALUD
Considero que, el problema de la violencia contra la mujer, como todo problema social, es complejo; las disciplinas afines y los especialistas en ellas, son quienes tendrían que estar a cargo de dirigir y monitorear el desarrollo y la implementación de una propuesta integral al largo plazo y, no aprecio que se esté desarrollando esto desde el Estado, mucho menos desde la sociedad civil.
Ciertamente ha habido avances, sobre todo normativos; sin embargo, un problema social tan profundo y complejo no podrá resolverse con más leyes o penalidades. Un equipo permanente y sobre todo experto (antropólogos, sociólogos, educadores, psicólogos y comunicadores sociales) debe integrar cada nivel político (gobierno local, regional y nacional), es fundamental.
La acción política desde estos distintos niveles de gobierno es claramente limitada. En general, los políticos no entienden de ciencia; las ciencias sociales tienen que darnos algunas respuestas.
Desde mi perspectiva, la agudizada violencia contra la mujer que se traduce en un creciente número de feminicidios, cada vez más violentos, es resultado de la confluencia de dos importantes variables: el machismo y la violencia social.
El machismo que se expresa de modo ancestral desde las formaciones sociales patriarcales y la violencia social creciente en nuestra sociedad, en ambos casos estimulados por la total desregulación de los mensajes explícitos e implícitos de los medios de comunicación (en todas sus formas) y contextualizadas por una sociedad de consumo, de globalización neoliberal, de “capitalismo salvaje” (como lo señala el Papa Francisco) que nos deshumaniza cada vez más.
