La democracia peruana hoy la podemos representar como un vaso de cristal roto en cientos de fragmentos. Cada fragmento de vidrio roto siempre es peligroso. Tenemos un país fragmentado con una democracia destruida, con instituciones debilitadas y con reformas constitucionales que no garantizan la unidad de la nación, sino que fragmenta a la sociedad peruana, haciendo más pronunciadas las desigualdades económicas sociales y políticas, que han potenciado más bien aquellas taras discriminatorias que siempre han separado a la nación.
Así como la democracia peruana ya no es democracia, la política peruana no es política, es una distorsión total del sentido de la política que es más bien la búsqueda del bien común. En el Perú del 2024 no se busca el bien común, sino el bien de algunos grupos de poder cuya representación en el Congreso y el gobierno les facilita los negocios. La nación, el pueblo peruano no tiene representación en este gobierno. Es un pueblo en orfandad estatal.
La clase política que gobierna el País ha destruido la unidad nacional creando una coyuntura de peramente caos social, situación que les sirve para sus negocios particulares. En una democracia con instituciones fuertes no podrían poner el estado al servicio de sus intereses. El Perú está en una crisis sistémica y sistemática de la que cada vez será más difícil salir. La responsabilidad directa la tienen los políticos y políticas que gobiernan hoy.
La nación peruana no sólo tiene hoy un Estado invadido por personajes o familias dedicadas a cuidar sus intereses personales, sino que mucho de esos intereses son claramente delictivos. Una alianza de partidos de extrema derecha y de extrema izquierda apegados a actos delincuenciales, organizaciones creadas para el negocio familiar. Han destruido la reforma política, la reforma universitaria, las leyes que protegían la Amazonía y ordenaban la actividad minera en el país. Han adecuado el país a sus negocios familiares
Si tuviéramos que resumir esa coyuntura, podemos decir que el Perú, como en tiempos de la oligarquía, ha caído en manos de cuatro familias: la familia Fujimori, la familia Acuña, la familia Luna y la familia Cerrón. Cuatro familias cuyos negocios son universidades privadas, inversiones en minería, inversiones en grandes empresas farmacéutica y alimentarias o medios de comunicación. La familia Cerrón tiene el negocio particular de salvarse de la justicia peruana.
Sus delitos los marquetea como causas por el país. Algunos de sus congresistas han aprovechado para sacar leyes para las mafias que depredan los ríos y los bosques. La familia Luna y Acuña han hecho crecer sus negocios con la mercantilización de la educación superior. Se tumbaron la SUNEDU. Hoy, siguiendo la tradición histórica de la clase política peruana elitista, han puesto toda la estructura del Estado al servicio de sus negocios.
Estas cuatro familias tienen como herramienta principal para mantener al estado bajo su poder a sus partidos políticos, todos con denuncias por manejos ilegales de dinero. Ellos han hecho la ley para no ser juzgados como organizaciones delictivas y así seguir lavando dinero del narcotráfico y de empresarios poco éticos. Esto partidos son: Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú y Perú Libre.