[Editorial] En el Perú ha muerto un dictador

Esta semana quiero comenzar reproduciendo un texto que se viene diciendo en las redes sociales a propósito de la muerte de Alberto Fujimori.

“En mi país ha muerto un dictador. Un genocida y dictador. Y todavía a muchos les cuesta decirlo así. Ha fallecido y con su muerte nada se ha resuelto. Nada ha cambiado. Y todo sigue igual. Hasta el final de sus días no mostró arrepentimiento. Sus víctimas siguen clamando justicia. Murió libre, rodeado de los que más lo querían. Y esa gracia no se les concedió a los que murieron por orden suya.

Murió un criminal. Y aun así algunos se resisten a nombrar todos sus crímenes: Barrios Altos, La Cantuta, la matanza del Castro Castro, las torturas y asesinatos del SIN, las esterilizaciones forzadas, malversación de fondos, corrupción, usurpación de funciones, peculado, terrorismo de Estado y muchos otros crímenes por los que jamás pagará.

Murió un ex reo, un asesino. El mismo día en que murió el otro criminal más grande que tuvo este país. Las dos caras de una misma moneda, las dos caras de la maldad. Murió. Y hoy el duelo y las condolencias deberían estar con sus víctimas. Porque ni siquiera con su muerte encontrarán justicia.     

Ha muerto un dictador y su legado de corrupción todavía persiste. En verdad ese legado no ha muerto. Y sigue creciendo porque con nuestra indiferencia se hace más poderoso. Podemos sentir un poco de alivio, porque el que engendró esta forma tan inhumana de gobernar ha muerto. Pero esa pequeña parte no significa nada frente a todo ese entramado de injusticia que nos heredó y que aún sigue con vida. Esta muerte podría significar que por fin rescatáramos nuestra memoria, como seres humanos, como país.

Pero aún no hemos entendido que, el que muera gente inocente, no debería ser una política de Estado. Si no te afecta en lo más mínimo que alguien desde el poder haya matado a personas de manera tan indiscriminada, y sigues defendiendo su actuar, a pesar de las pruebas del dolor, tú y yo no tenemos diferencias políticas. Tenemos diferencias éticas y humanas, de principios, porque con los asesinos no se negocia, no se transa.

A los asesinos le recordamos que lo son a pesar de que han muerto, para que nunca más nos vuelvan a asesinar, para que nunca más nos vuelvan a gobernar. Nunca más, Fujimori nunca más”. (Fatima Absi)

Efectivamente, ha muerto un dictador, cuyo legado es la destrucción de la democracia peruana, del proyecto del Perú como nación. Después de Fujimori y sus hijos en la política peruana, todo el proyecto de nación se contaminó. Hoy no sabemos qué es el Perú como nación. Sino un conglomerado de colectivos de peruanos enfrentados unos con otros.

Con Fujimori y su legado se impuso lo que podemos llamar la cleptocracia, el gobierno de los ladrones para los ladrones y la psicopatrocracia, donde los que gobiernan, además de ser ladrones no tiene escrúpulos éticos para gobernar. Es decir, roban, cometen delitos, cometen asesinatos y no sienten ningún resquicio de culpa. Han normalizado el gobierno de la corrupción, de la violencia. Culpan maliciosamente a los derechos humanos de lo mal que anda el país. Su legado es un país fragmentado, que no ha logrado siquiera consolidar un sistema de gobierno. Un país al borde de ser un estado fallido, cuyas consecuencias políticas aún no las hemos visto porque están por venir en los próximos años.

Distorsionaron la palabra política. Generaron un sistema con decenas de partidos políticos para que con su 5% de adeptos aparecieran con si fueran la primera fuerza. Estos allegados que no suman más del 5% nos quieren hacer creer que el país está polarizado para luego crear una narrativa de que son una fuerza importante en el país. Con 5% no lo son. Una cosa es cierta, ese 5% sí que sabe hacer ruido. Las teatralizaciones de mujeres histéricas en la calle, cual mujeres poseídas en esas asambleas religiosas y con cámaras son parte de sus prácticas de generar miedo en el país. Lo saben hacer. Pero los peruanos y peruanas ya los conocemos.

Estos desacuerdos no son diferencias políticas, ni odio, son diferencias éticas, humanas, de principios. El día en que el fujimorismo desaparezca de la vida políticas, Perú comenzará su renacimiento como nación.

Piense mejor su voto en las próximas elecciones.