Día Internacional de la Mujer: es momento de cuestionarnos

Por: Lic. Claudia Lu Panta, coordinadora del proyecto Tu vida no tiene precio, denuncia la trata

Hace dos semanas,a  una niña de diez años, en avanzado estado de embarazo producto de violencia sexual,  se le practicó una cesárea de emergencia en un hospital de la ciudad de Piura.

El 9 de abril del año pasado, hace once meses, Maritza Zambrano, natural de Morropón, desapareció cuando era trasladada por su primo hacia su centro de trabajo. Y aunque el principal sospechoso está preso, hasta la fecha su familia continúa en la incertidumbre de saber qué pasó con ella.

En febrero, la Fiscalía Especializada en Trata de Personas informó del caso de una adolescente de 16 años, que realizaba trabajo doméstico no acorde a su edad, por el que no recibía pago y además era sometida a explotación sexual por su empleador.

Estas son solo algunas muestras de las diferentes manifestaciones de violencia a las que nos vemos expuestas las mujeres en las diferentes  etapas de nuestras vidas, y también una prueba de que la esencia que motivó la institucionalización del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer – la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades- continúa más vigente que nunca.

Estos casos, por su dureza, conmocionan y nos hacen cuestionarnos acerca de porqué sigue siendo hoy un riesgo ser mujer en nuestro país y nuestra región, pese a los avances en el plano jurídico, con la aprobación de Ley 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar, entre otras normas que reconocen y dan respuesta a los principales problemas que afectan el desarrollo y el acceso de oportunidades de las mujeres.

Sin embargo, están también los otros casos, aquellas vulneraciones cotidianas a nuestros derechos, que por su recurrencia hemos naturalizado hasta invisibilizarlas. Está Carmen, que luego de hacerse notorio su embarazo, no le renovaron el contrato sin justificación válida, acción que hasta ella asumió como esperable porque una gestante es vista como una «carga» para la institución pública en la que trabaja, no obstante la vigencia de  la Ley N° 30367, que protege a la madre trabajadora contra el despido arbitrario y prolonga su período de descanso.

Está también Milagros, que este lunes no iniciará las clases de su último año de secundaria, porque su familia considera más productivo que continúe trabajando en el bar al que la forzaron a ingresar este verano. Uno de los tantos bares donde es usual ver a adolescentes atendiendo mesas como primer paso hacia la explotación sexual, a pesar de la existencia de una Política Nacional  frente a la Trata.

Y está Carla, que por miedo a perder el empleo, se ve obligada a sumarse al coro de risas de sus compañeros de oficina, generadas por ‘bromas’ denigrantes y comentarios en doble sentido de su jefe, aún cuando existe la Ley de prevención y sanción del hostigamiento sexual.

Es entonces el 8 de marzo una oportunidad para analizar las brechas e interpelar a las autoridades obligadas a hacer cumplir las leyes; pero debiera ser también un buen pretexto para la reflexión y el compromiso personal, sobre qué hacemos -y que más podemos hacer – desde cada uno de nuestros espacios  para continuar la lucha por los derechos de todas las mujeres y construir una sociedad justa y equitativa, con las condiciones necesarias para el desarrollo pleno de todas las personas, sin que su sexo y género sea una desventaja o limitación.