Escribe: Carlos Chunga

Cuando July Espinoza decidió cambiar las viandas por las máquinas, ya llevaba casi diez años separada de su pareja y no tenía dinero. “Trabajaba vendiendo comidas en el paradero y en el colegio, mis dos hijos estaban pequeños y yo era padre y madre para ellos”, comenta July en un esfuerzo voluntario por recordar aquella etapa amarga de su vida.

No sería solo una metáfora decir que July se ha empeñado desde entonces por convertir lo amargo en dulce: con sus experiencias personales y con el producto con el que ahora trabaja a diario como una de las 18 orgullosas integrantes de la Asociación de Mujeres Emprendedoras (ASDEME).

En los cinco años que lleva en la ASDEME, July Espinoza García ha aprendido a seleccionar granos de cacao, molerlos, colcharlos y convertirlos en chocolate. Con sus compañeras y la ayuda de tres máquinas, ha podido organizar esas tareas en el local del jirón Bolívar 209, distrito de Buenos Aires, provincia de Morropón.

July Espinoza García asegura que sus hijos se sienten alegres por ella: “Dicen que me entretengo”.

―Soy madre soltera y esto me cambió la vida, soy una mujer emprendedora.

July sonríe sentada con el mandil y guantes puestos. Mientras conversa con Cutivalú, su mascarilla blanca cuelga de las orejas. En el local de ASDEME hay sonrisas de optimismo. En medio del trajín por la preparación del chocolate, las expectativas se cuecen a medida que el cacao tostado emana su olor de producto orgánico.

Las tabletas, chocotejas, dulces y licor de cacao que preparan July y compañía llevan impregnado el carácter sencillo de estas mujeres morropanas. La marca es WAO y fue lanzada en octubre del 2017 al mercado como auténtica firma piurana.

Al igual que July Espinoza, Yulixa Velásquez tiene 5 años en la asociación. “A mí me gusta trabajar con el cacao, lo hago con amor, con ganas, con gusto”, dice antes de mostrar una sonrisa que combina con su mandil inmaculado. Al igual que July, Yulixa fue convocada por la ASDEME y ahora se siente más segura de sí misma y de sus capacidades.

Al igual que July, Yulixa ha representado a la asociación en ferias y exposiciones en más de una oportunidad. Una de esas experiencias fue la Expoalimentaria, realizada en Lima a fines de setiembre. Otra fue la Rueda de Negocios, organizada por el Ministerio de la Producción. “Yo era tímida, pero con las capacitaciones, ahora puedo hablar en público y hasta salgo a representar a la asociación”, confiesa Yulixa.

Su madre fue una de las 10 fundadoras de ASDEME en marzo del 2009. Un año antes se habían asociado con una cooperativa local que les proveería de cacao orgánico, ese fruto auténticamente natural, para emprender su proyecto. Desde entonces, gracias al apoyo de una ONG y al financiamiento de una fundación, las mujeres han ido recibiendo capacitaciones de manufactura y de autoestima, de administración y de liderazgo, de chocolatería y equidad de género.

Yulixa Velásquez Jiménez es enfermera técnica y dejó de trabajar cuando fue madre. Ahora divide sus días entre ASDEME y sus estudios de Educación Inicial en la Universidad Nacional de Piura.

―Ahora somos autónomas― dice Yulixa, convencida.

―Antes las mujeres debían estar en sus casas, y ahora vamos demostrando que podemos hacer otras cosas, y luchando por tener los mismos derechos que los hombres― confirma Ericka Muñoz Vega, sentada al lado.

Ericka es limeña y recién va a cumplir un año en la asociación, pero no es nueva en la gastronomía: sus estudios de repostería fueron su carta de presentación cuando quiso comenzar a formar parte de este grupo de mujeres empoderadas. Asegura que recién se está adaptando al ritmo de vida de la sierra piurana y conociendo personas, algunas de las cuales han comenzado a ser sus clientes.

Ericka toma una tableta de WAO y explica el proceso de preparación. Sus manos son pequeñas, hacen contraste con sus ganas de trabajar, de progresar. El proceso de convertir el grano en barra es complejo y artesanal, admite, y desliza la idea del ingrediente implícito que no figura en la etiqueta, que sale del corazón.

―El cariño.

Ericka Muñoz Vega es la más joven: “Hay que trabajar humildemente, cuando se pone un negocio, se empieza desde abajo”.

Una de sus instructoras fue Rosa Velásquez Aguilar, madre de tres hijos, esposa de un productor de cacao y una de las fundadoras de la ASDEME. Rosa no solo recuerda que las primeras mujeres fueron llamadas a través de altavoces, sino también los tropiezos que han tenido en la asociación y en sus familias: carencias, crisis, estafas, discriminación. La vida es dura cuando un grupo de mujeres busca destacar en una sociedad de machistas.

Rosa Velásquez asegura que la ASDEME y WAO le cambiaron la vida: “Estaba acostumbrada a ver televisión, no hacía nada de utilidad, y aquí me sentí útil”, dice tajante. Y si bien al principio debió salir a las calles con sus compañeras a vender sus productos, el esfuerzo y la perseverancia les permitió abrir las puertas de un local propio desde donde acopian el cacao, producen chocolate y cumplen pedidos de diversos lugares.

Rosa Velásquez Aguilar fue una de las fundadoras, hace 8 años, de ASDEME: “Mi mensaje es que las mujeres se organicen, se asocien; sí se puede”.

Rosa prefiere no dar detalles del desfalco del que fueron víctimas hace dos años, luego de que una de sus integrantes decidiera utilizar recursos de la asociación para formar su propia empresa. “Tuvimos que empezar de nuevo, renacimos”, comenta con un gesto quieto. No hay problema con que quiera olvidarlo. Total, hay más recuerdos dulces que amargos.

1 COMENTARIO

  1. Como bonaerense sinceramente las felicito por ese ganas de seguir adelante como las aguas de río,no se detengan que todo se logra con esfuerzo.arriba las mujeres emprendedoras de mi querido Buenos Aires.

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