No somos tu enemigo, por Tadeo Palacios Valverde

Alzaron las varas, y su sombra al mediodía, su peso y su cólera fueron a dar contra la boca del que denuncia una gran desgracia.

Los policías, ídolos del aire, de la fuerza «porque sí», del porrazo huérfano que se entierra en los senos y pechos que suplican justicia, de la bala que desea clavarse en las frentes descontentas; alzaron sus varas y, como buscando pretexto a sus actos, pretendieron ver en el rostro encendido de estudiantes una mueca de violencia nunca articulada, un signo de amenazas que nadie jamás espetó. Y cargaron, cargaron contra esa misma gente a la que doblan y triplican la edad, aún cuando ‘de boca’ y tiempo atrás le habían jurado lealtad a cambio de uniforme y pistola, de casco y patrullero.

Dispuestos, como estaban, a perforar las voces denunciantes, los encascados arremeten feroces contra cientos de ojos llorosos, tal y como se carga contra el enemigo en emboscada, desconociendo así a los hijos que la patria les había encomendado, perdiendo el honor del vencedor con cada puntapié anónimo que terminaba en llanto.

Y fueron a plantárseles al frente, orgullosos y hechos bestia, seguros del poder y la autoridad que les dan los impuestos de los mismos a quienes ahora deshilachan a palos. Forrados en trajes de cuero y plástico negro, escudos anchos en mano y deseo infeliz crepitando en los más hondo de sus conciencias; cada guardia, inmerso en la cólera de un batallón desbocado y ausente de madre, pulió el cobarde reflejo de su placa al arrastrar a la indignación hecha mujer, al someter a la inconformidad vuelta niño. ¿Quién dio la orden miserable de lijar la pista con la espalda de los que son amenazados por el incremento descomunal de sus matrículas? ¿Quién fue el maldito que señaló como blanco de ataque a quienes solo podían refugiarse en el doblez de una pancarta, de una frase crítica ante semejante atropello?

Aquel 04 de mayo, las bombas tomaban por asalto a los jóvenes que procuraban resistir, armados únicamente con su voz y puestos en la calle por ciento treinta soles que duelen en la pobreza. Y gritan porque muchos perderán sus sitios en un aula, porque el «cuánto tienes, tanto vales» de pronto es norma inamovible en el campus público. Mas la prensa se limita a circundar a la protesta con sus cámaras, cuales moscas al moribundo, y nunca un «¡Ya basta!» sale de sus micrófonos, nunca una mano sirvió de contragolpe. Al fin y al cabo, muchos son cómplices de la arremetida policial, de la impunidad administrativa de la cúpula del claustro, con sus titulares, con sus notitas destinadas a disimular la represión.

Acorralada por la fuerza del plomo, de un lado; y por el filo de la desidia, del otro; la masa azuzada por el capricho de miserables que tienen a la educación por negocio y a la Universidad Nacional de Piura por chacra, y que se ríen, orondos, de la pobreza de una región golpeada por el río y el galope de la lluvia, sufren el ardor de los gases y el rugido de las armas cada vez que estás escupen al cielo.

El polvo se alza en tirabuzón y llueven entonces los carajazos y los tumbos que la autoridad propina a cuatro jóvenes que se estrellan de bruces contra el suelo. «¡SUBE MIERDA!». Un oficial a cada pierna y comienza el forcejeo que culmina en el tapizado interior de un patrullero, mientras crece el huracán de alaridos que clama por la libertad de la presidente de la Federación Universitaria, Tatiana, la muchacha a la que un grupito de guardias soba contra las piedras calientes de la carretera, y por la de Jacinto, Jair y Diego, los chicos que, después de ser objeto de palizas y agarrones, reciben el «¡Te va a ir peor!», que les espeta un gorila de pecho rotulado con las siglas PNP.

Suenan las sirenas de la patrulla satisfecha, y la risa complaciente del mercenario se dibuja debajo de una decena de cascos. En ese momento no hay noción de hijo, de madre, de patria o tan siquiera de Dios para los hombres que van detrás de los volantes, mucho menos para los que se suben al asiento trasero, junto a los detenidos, para enrostrarles lo que le pasa a quienes salen a las calles a mostrar cómo se malvive en una universidad del Estado, en la que los costos suben por antojo de los ruines y la educación de gratuita no tiene ni los lapiceros. Porque en estos parajes la crítica esta vedada, la voz disconforme se sofoca a puñetes, la paz se afianza a balazos, el orden sabe a pólvora, la educación es privilegio del que puede costearla; y el reclamo justo de un grupo de estudiantes, razón suficiente para hacer de estos presa del calabozo y sus horrores.

Policía, no somos tú enemigo. Tu enemigo es quien le roba la oportunidad de crecer a la gente que juraste defender. Tu enemigo, el verdadero enemigo, se compone de aquellos que miran a la educación con ojo de vil embustero, de banquero mezquino, de bruto cuenta billetes.

2 COMENTARIOS

  1. BUENA LÍRICA. POÉTICO NADA DE PERIODÍSTICO. YO ESTUVE AHÍ, LOS ALUMNOS BLOQUEABAN UNA VÍA DE COMUNICACIÓN, IMPEDÍAN EL PASO DE VARIOS VEHÍCULOS PARTICULARES Y DE TRANSPORTE PÚBLICO, VARIOS MINUTOS SIN PODER CIRCULAR, SIN PODER TRANSITAR. EL DERECHO A PROTESTAR ES LEGÍTIMO, PERO NO SE PUEDE PASAR POR ENCIMA DEL DERECHO DE LOS DEMÁS, EN ESTE CASO AL LIBRE TRÁNSITO. HAY QUE SER IMPARCIAL. MAL LA POLICÍA XQ NO ERA NECESARIA LA VIOLENCIA, FALTÓ DIÁLOGO Y MAL LOS ESTUDIANTES X BLOQUEAR VÍAS, ALGO QUE ESTA CASTIGADO CON CÁRCEL.

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