
Por: Luis Lozada Gallardo
Según la ley 30364, hay cuatro tipos de violencia contra la mujer: física (golpes), psicológica (gritos, burlas, ninguneo, exigirle que se vista de una manera, revisar su celular o tener la clave para ingresar a sus cuentas), sexual (tocamientos, violación dentro o fuera del matrimonio).
También está la violencia económica (dominio sobre la persona que depende del dinero que llevo a casa; quitarle el dinero; hacer uso del dinero sin el consentimiento de ella; no dejar herencia de tierras, embarcaciones, casas, u otros, por ser mujer)
Pero hay hechos que no parecen violentos y lo son. Son hechos en donde la violencia está encubierta y también se les llama «micromachismos».
Por ejemplo:
- Creer que las funciones domésticas le pertenecen a la mujer por naturaleza.
- Tomar el mando del control remoto para ver lo que yo quiero ver.
- Descansar mientras ella trabaja en casa.
- Sentarme en la cabecera de la mesa.
- Esperar que me sirvan la comida.
- Esperar que me den la mejor presa.
- Creer que estamos avanzando porque la mujer también trabaja fuera de casa pero las tareas domésticas dejarlas para que ella las realice.
- Salir de casa sin decir dónde voy.
- No permitir que la pareja tenga llave de la casa.
- No permitirle manejar moto o carro.
- Decir que “ayudo” en la casa. La palabra “ayudo” significa que la responsable es la otra persona y yo le doy “una manito”. La mujer va a cocinar, lavar, planchar, barrer, cuidad al bebé, cuidar a un enfermo en casa y esperamos que nos digan que “ayudemos”.
¿Por qué estas acciones o pensamientos son violentos? Porque todas ellas indican una superioridad del hombre hacia la mujer y eso perpetúa una relación de poder sin equilibrios. ¿Qué hacer? Primero darnos cuenta. Luego, tenemos que tener valentía y voluntad para cambiar.