Lo que se juega El Vaticano con el Sínodo de la Amazonía

Más de 180 obispos se reúnen en la Santa Sede para discutir el futuro de la presencia de la Iglesia Católica en la Amazonía y su papel en la lucha contra el cambio climático. Una apuesta por la materialización de la Encíclica ‘Laudato Sí’, del Papa Francisco.

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Solo dos veces un papa ha pisado suelo amazónico. La primera vez fue en 1985, cuando Juan Pablo II se reunió con los indígenas amazónicos de Iquitos (Perú):

“Continuando los pasos de los abnegados misioneros, que desde el principio de la evangelización vinieron a buscaros para anunciaros la buena nueva del Evangelio, llega hoy a vosotros el papa. En su corazón sigue resonando el mandato de Jesús: ‘Haced discípulos a todas las gentes’”, dijo en esa ocasión. “Defiendan sus ríos y sus bosques como algo que les pertenece, sí, pero recordando que son hijos de una única iglesia”.

La segunda fue en enero de 2018, cuando el papa Francisco llegó al pueblo amazónico de Puerto Maldonado (Perú). Frente a unos 3.000 indígenas amazónicos, dijo:

“Probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neoextractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro y monocultivos agroindustriales”.

Mientras su predecesor habló de la necesidad de esparcir la fe católica entre los amazónicos, Francisco habló sobre la explotación de la que son objeto y su papel vital para la conservación de la lucha contra el cambio climático. Precisamente, son estas amenazas y la discusión sobre el futuro de la Iglesia católica en esta región lo que convoca, desde el pasado 6 de octubre, a más de 180 obispos de todo el mundo y un puñado de líderes indígenas en el Vaticano para el Sínodo de la Amazonia, que, en palabras del mismo papa, es “un hijo de Laudato Sí”.

La encíclica, que fue publicada en 2015, reúne el pensamiento teológico de la Iglesia que dirige el llamado “papa ecológico”. En casi 200 páginas, el papa rechaza la economía de mercado que lleva al consumismo desmedido, denuncia la degradación de la dignidad de la naturaleza y propone una “conversión ecológica”: “La visión sistémica que el papa Francisco expone sobre el medioambiente y la ecología integral nos permite encontrar respuestas a estas preguntas al decirnos que ‘todo está íntimamente relacionado’, que ‘todo está conectado’ y que cuando se habla del medioambiente ‘se indica particularmente una relación que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita’”, dijo María Adelaida Farah Quijano, decana de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana, en un simposio organizado por esa universidad en Bogotá, en 2017.

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Aunque ha pasado inadvertido, desde los últimos sesenta años la Iglesia católica ha intentado renovar su misión de evangelización en los nueve países amazónicos. Por ejemplo, los documentos que resultaron de la más grande reunión de misioneros del siglo, en Iquitos, en 1967, dicen: “la Iglesia decide hacerse ella misma amazónica, solidarizándose con estos pueblos a los que ha sido enviada y encarnándose en sus culturas, sus ritos, sus ministros y sus estructuras, y, dándose a sí misma estructuras de mayor unidad”.

Obispos, presbíteros y otros religiosos hicieron un Consejo Regional del Alto Amazonas y se dieron a la tarea de “ajustar los métodos pastorales a las condiciones antropológicas de cada región”.

En otro momento de la historia, esa estrategia fue el reemplazo de la adoración indígena de los dioses del Sol, la Luna y los animales por la cruz. En nombre de Dios, entre sesenta y 150 millones de indígenas fueron asesinados, según los cálculos de Antonio Espino López, catedrático de Historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro La conquista de América.

Los tres últimos pontífices han pedido perdón a los pueblos aborígenes de América por los comportamientos de misioneros europeos:

“No se pueden ignorar las sombras que acompañaron la evangelización del continente latinoamericano y el sufrimiento y las injusticias infligidos por los colonizadores a las poblaciones indígenas”, dijo Benedicto XVI en 2007, a su paso por Brasil.

Bien sea dicho, también en nombre de Dios muchos religiosos protegieron la dignidad de los indígenas contra los atropellos de colonizadores. Misioneros como la antioqueña Inés Arango y el español Alejandro Labaka fueron asesinados en 1987 por hombres del pueblo tagaeri, en la Amazonia ecuatoriana, al confundirlos con petroleros. “Una indígena tagaeri, que capturaron después los huaoranis, contó que los jóvenes de la tribu recibieron a monseñor e Inés, los invitaron a comer, pero cuando los mayores llegaron de cazar ordenaron matarlos, pues los petroleros le habían matado días antes a Taga, su líder, en un río y pensaron que eran de ellos”, recuerda la religiosa Cecilia Arango, hermana de Inés, en una crónica de El Tiempo. Ella conserva, en el barrio Quinta Paredes de Bogotá, una de las lanzas con las que fueron acribillados unas setenta veces.

Fuente: El Espectador en una alianza periodística con Amazon Conservation Team, Dejusticia