Por: Víctor Vicente Palacios Córdova
La pobreza no es una realidad nueva, pero, lo que es nuevo, es el brutal contraste que hoy se da en nuestra sociedad y en el mundo entero, entre las posibilidades y realidades de bienestar y las situaciones de carencia de un mínimo de recursos para subsistir en una parte importante de la población en medio de la pandemia de la Covid – 19.
La brecha entre las personas del centro y la periferia es inmensa, tan es así que, mientras las del centro enfrentan esta pandemia en sus condominios de playa o en sus casas cómodamente instalados haciendo trabajo remoto, los muchos otros de la periferia, la enfrentan en viviendas de una sola habitación, hacinados, sin refrigerador ni agua potable y obligados a salir a la calle para buscarse el pan de cada día. Realidad que es la expresión de una sociedad caracterizada por la desigualdad en todas sus formas como resultado de condiciones injustas y egoístas impuestas por formas de gobierno marcadas por la corrupción y la ineficiencia.
La ONU estima que la pandemia de la Covid-19 llevaría a la pobreza a 490 millones de personas en 70 países, con lo que se revertiría casi una década de avances. El sector más pobre de la población mundial es el más afectado. Si bien es cierto que la pandemia no distingue de clases sociales y le puede afectar a cualquier persona, los más pobres se encuentran más vulnerables por su menor acceso a una atención de salud de calidad, sumado a la carencia de servicios de agua y desagüe, una vivienda digna y la pérdida de sus escasos ingresos.
La Agenda 2030 tiene, entre sus múltiples objetivos, erradicar la pobreza y el hambre, también acabar con la desigualdad y la defensa de un trabajo decente. Dentro de las secuelas humanitarias, económicas y sociales de la pandemia está, sin duda, la más que previsible ampliación de la brecha de desigualdad y la multiplicación de la pobreza.
Según una estimación de las Naciones Unidas, tras la llegada del virus, más de 250 millones de personas padecerán de hambre aguda o severa. A causa de la pandemia, Perú podría retroceder en la reducción del Hambre Cero entre 2 a 6 años.
Mientras tanto, nos corresponde conectarnos solidariamente con nuestros hermanos de la periferia desde un lugar de compasión, de respeto, de empatía.
La vacunación: un paso adelante en una larga lucha [Opinión]