
Hoy se cumple un año del asesinato de Luis Salazar, joven universitario que fue baleado durante un asalto en la Urbanización Santa María del Pinar, en Piura.
Su padre, don Roberto Salazar le escribió una emotiva carta en la que también expresa su esperanza de hallar justicia y que los responsables de la muerte de su hijo paguen por el delito cometido.
Este 22 de septiembre, mi hijo Luis Alfonso Salazar cumple un año en el cielo. También se cumple un año de sufrimiento, de lucha, de dolor, de recuerdos, de preguntas sin resolver, un año en busca de resignación.
¡Sufrimiento! Porque lo sigo extrañando, porque recuerdo las circunstancias en que fue abatido, porque vi a mi hijo perder la vida, ante los ojos de los “profesionales” de la salud, ante la indiferencia, sufrimiento por la impotencia de haber querido ser el dueño del hospital y abrir ese elefante blanco llamado quirófano, querer haber sido cirujano y operarlo a tiempo, impotencia ante el clamor por vivir, porque calmen su dolor, y no haber sido capaz de resolverlo.
La población se sensibilizó, las voces se alzaron, las autoridades se solidarizaron, lástima que no duró lo suficiente…. lo suficiente para parar la ola delictiva, suficiente para encontrar justicia, lo suficiente para que las autoridades tomen conciencia del clamor colectivo.
Un año después de que una joven promesa fuera víctima de la inseguridad, ¿qué se ha logrado? ¿Alguna autoridad recordará que un jovencito de 19 años perdió la vida por un insignificante teléfono?
¿En qué ha cambiado o como ha escarmentado la institución de salud? ¿El sistema de emergencias ha mejorado? ¿Aquellos ineptos del hospital fueron amonestados por lo menos? ¿Fueron sancionados? ¡Nada ha cambiado señores!
Nada cambiará porque tenemos la memoria frágil, olvidamos rápido. Nada cambiará porque permitimos se vulneren nuestros derechos, permitimos que nuestras autoridades se roben nuestros impuestos, permitimos que nos den gato por liebre, permitimos que nuestra voz no sea considerada, permitimos que nuestros reclamos no sean fundados.
Un delincuente asesino camina con impunidad por las calles de nuestra ciudad, sigue delinquiendo, sigue haciendo daño y causando dolor a otras familias. Me he cansado de las promesas, del desinterés, de la indiferencia. Me canse de los hipócritas, me he cansado del sistema.
Ya no toco puertas, ya no pido audiencias. He visitado a mi hijo en su recinto de descanso, he orado por su alma, he llorado su ausencia, me he reconciliado con Dios, he entendido que no puedo vivir enemistado con él. A Dios he confiado la justicia, sé que llegará.
Un beso hasta el cielo, pichoncito.