Por: Mgtr. Ortelia Valladolid Bran, coordinadora de Incidencia y Desarrollo de Cutivalú
“La explotación sexual comercial de la niñez es una violación de sus derechos. Abarca el abuso sexual por parte del adulto y la remuneración en dinero o en especies para el niño, niña y adolescente o para una tercera persona. El menor es tratado como objeto sexual o mercancía. La explotación sexual comercial de la niñez constituye una forma de coerción y violencia contra ésta, equivale al trabajo forzado y constituye una forma contemporánea de esclavitud”, nos dice la Unicef.
En el Perú, la Explotación Sexual Comercial Infantil (ESCI) es una gravísima situación que afecta a un número creciente de niños, niñas y adolescentes. Lamentablemente, no existe una cifra precisa y confiable que muestre la dimensión del problema en toda su magnitud. Numerosos estudios reflejan partes importantes de este fenómeno, pero ninguno abarca la realidad completa del país. Sin embargo, estos mismos indicadores demuestran que esta violación de los derechos de los niños, niñas y adolescentes está en ascenso. Las denuncias realizadas ante la Policía Nacional, el Ministerio Público, los Centros de Emergencias Mujer y las Defensorías del Niño se incrementan cada vez más, y aunque todavía no se muestran como cifras impactantes, debemos tener en cuenta que son pocos los menores que tienen la posibilidad de denunciar estos abusos.
Ninguna de las regiones del Perú se encuentra a salvo de este problema. En términos geográficos se puede identificar a Lima, con cerca de 8 millones de habitantes y un tercio de la población del país, como el departamento donde se producen los mayores casos de este tipo de violencia. Redes articuladas a bares, discotecas, prostíbulos y hoteles, además de la explotación que se da en la calle, son factores que contribuyen a aumentar esta violación. Otras ciudades del país con una mayor presencia del fenómeno son: Iquitos, Pucallpa, Tarapoto, Puerto Maldonado y por el norte Piura. Estas áreas afectadas deben la presencia del problema a una confluencia de mitos sobre la sexualidad infantil y adolescente, una cultura de tolerancia al problema a nivel local, la demanda de turismo sexual infantil por parte de viajeros nacionales y turistas extranjeros, y la actuación de algunos responsables del sector turismo en complicidad con explotadores de niños.
Pero esta situación se presenta también en ciudades de frontera y en otras pequeñas y medianas que han tenido un crecimiento económico abrupto como resultado de actividades agrícolas o mineras. En Cajamarca, por ejemplo, el número de discotecas que se dedican a la explotación sexual comercial infantil ha pasado de 2 a 25 en los últimos cinco años, en Piura ocurre lo mismo sin embrago no tenemos un estudio que nos precise esta situación.
En muchos casos, discursos oficiales y del público en general “justifican” con argumentos culturales, geográficos, económicos y hasta climáticos esta grave violación a los derechos del niño. La “cultura” se usa de manera equivocada para perpetuar la indiferencia y la falta de respeto a los derechos de los niños. Algunos sostienen que esta violación se da, por ejemplo, en zonas selváticas, porque además de un tema “cultural”, el clima caluroso propicia este tipo de “relación”; la excusa es que las niñas y adolescentes, al usar poca ropa debido al calor, provocan a los adultos. Este es un concepto totalmente equivocado.
Nos tiene que preocupar que en Piura las niñas, niños y adolescentes están desapareciendo y con mucha posibilidad para traficarles y explotarles sexualmente. HABLEMOS DE ESTO, tenemos que proteger a este público. Si conocemos de algún caso denuncia, esta debe ser recibida de manera automática en la comisaria más cerca ya activar la nota de alerta, también se puede llamar a las líneas 114 y 1818.